Una historia real: propietarios de perros salvan a un hombre
Son las 9 de la noche. Hace ya un buen rato que el grupo de habituales ha comenzado su paseo diario desde el Parque San Miguel hasta el Arco, un grupo abierto a razas y edades al que se van sumando por el camino cuantos desean no andar solos por los parques con tramos poco iluminados. El horario de invierno ya permite a los perros ir jugando y corriendo por las lomas, mientras los humanos se cuentan sus cosas abrigados contra el viento frío que anuncia las recientes nieves de los montes riojanos. De vez en cuando alguno se desmarca para hacer limpieza de los restos perrunos y, si encontrarlos se convierte casi en una tarea imposible, la ayuda no se hace esperar en forma de luces de móviles y linternas.
El grupo llega al Arco y continúa por el camino. Entonces, un poco más lejos, algo que no se distingue en la oscuridad llama la atención sobre la hierba, quizá un perro tumbado o una bolsa grande, pero el caso es que no se mueve. Al acercarse comprueban que se trata de un hombre que está inconsciente, de unos 50 años, con un bote de nitroglicerina al lado, y eso les hace pensar que probablemente ha sufrido un infarto. Rápidamente llaman al 112 y en cinco minutos acude la ambulancia y dos coches de policía. Los perros ya no juegan, ya han dejado de comportarse como niños, parece que entienden la gravedad de la situación y permanecen expectantes, muchos sentados, mientras el servicio de emergencias, tras mucho esfuerzo, consigue reanimarlo y lo traslada al hospital San Pedro.
Era la noche del 5 de noviembre. Afortunadamente el hombre se salvó gracias a que unos cuantos ciudadanos salen a pasear con sus perros por lugares y horas en los que nadie transita, ciudadanos responsables y críticos con los desaprensivos, con y sin perro, que ensucian o que maltratan; que interactúan y establecen relaciones sociales, pero que pasan a ser ciudadanos de segunda precisamente por la marca común que les caracteriza: compartir su vida con un fiel compañero.
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Ana
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